jueves, 7 de abril de 2011

algunos consejos para los nuevos creyentes

Algunos consejos para los nuevos creyentes


Cada vez que tenemos un servicio bautismal, nos sentimos como… más en familia.  Una familia que tiene una grata celebración.  Aunque el bautismo en sí no marca la salvación, puesto que todos cuantos son bautizados ya han sido salvos antes, no obstante, es a través de esta ordenanza del Señor que llegamos a ser formalmente miembros de una iglesia local.  En cierto modo, estamos dando la bienvenida a nuevos miembros de esta familia.  Así que, ¡Bienvenidos hermanos!
      Aparte de desearles una vida abundante, saludable en los principios bíblicos, aprovecho (en mi condición de pastor) para decir algo sobre lo que ambos, la iglesia y nuestros nuevos hermanos tenemos por delante y cómo sacar el máximo provecho siendo cristianos y miembros de una iglesia fundamentada en las Escrituras Sagradas.
 1. Nunca olviden que ustedes han sido perdonados y salvos eternamente al recibir a Cristo Jesús como Salvador personal.  Esta obra que Él hizo en cada uno, es eterna.
2. Recuerden que toda la familia de la iglesia se compone de hombres y mujeres salvos también, pero todos luchamos con nuestra vieja naturaleza y muchas veces tenemos que lamentar nuestro proceder, (pecados que cometemos) cuando ocurre esto debemos acudir al Señor, confesarle nuestras faltas, aceptar su perdón y completa limpieza, y restauración (1 Jn. 1:9, 10, 2:1, 2; Sal. 130:1-4; Pr. 20:9, 28:13).
3. Como ocurre con todos los cristianos, también ustedes tendrán pruebas y ciertas dificultades no muy agradables, por ejemplo, tentaciones para seguir viviendo como mundanos.  Nunca olviden el recurso divino para tales momentos.  Basta con recordar que Jesús también fue tentado igual que nosotros y él nos muestra cómo enfrentar al tentador (Satanás).  Traten de conocer bien la forma cómo Satanás tentó al Señor y cómo lo venció (Mt. 4:1-11).  La mayoría de las tentaciones fueron repetidas con un… “Escrito está”.  El Señor apeló a las Escrituras, la Biblia, para predicarle al mismo Satanás, quien sin duda conocía todos estos textos, porque incluso intentó usar el mismo argumento: Y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra (v. 6).  Este tipo de lucha es inevitable para cada cristiano.  Pero nunca estamos solos en las tentaciones y recibimos el socorro adecuado para cada situación.  Cuanto más severa sea la tentación, tanto mayor es la fortaleza que recibimos del Señor (1 Co. 10:13).  Este “ejercicio con el tentador” no es algo como rendir un examen, recibir el correspondiente diploma, ¡y listo!  Es necesario que notemos que Lucas, al hablar del mismo caso, menciona algo que no aparece en Mateo.  Dice: “Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo (Lc. 4:13).  No se apartó como un derrotado, sino sólo “por un tiempo”.
      ¿Qué hacer con todo esto?  Nada, excepto negarse a pecar, seguir confiando en Cristo y no permitir que las dudas debiliten nuestra fe. Mientras vivamos en nuestro frágil cuerpo, estamos expuestos a tentaciones, debilidades, tristezas, dudas, a tal punto que a veces pensaremos que no somos merecedores ni aun del nombre «cristiano». Pero debemos continuar, sabiendo que nuestra seguridad eterna no descansa sobre nosotros ni está sujeta a nuestros altibajos, sino que es Él quien nos dice… “ni nadie las arrebatará de mi mano”.  ¿Cómo es esto posible?  Permítame explicarle: El Señor, nuestro Salvador, cumplió por nosotros todo cuanto Dios el Padre exige en términos de «0» pecado.  Quien cumplió tan severo requisito, fue Jesucristo, de quien se dice: Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados… Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.  Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro(He. 2:18, 4:15, 16).
      Él conoce nuestras limitaciones y es Él mismo quien nos salvó, nos conserva salvos y nos conservará salvos hasta el día cuando lleguemos a Su presencia.


Lo que la iglesia puede ofrecerles:

      La iglesia puede ofrecerles amistad, compañerismo, estudios bíblicos hogareños, enseñanza (especialmente cada domingo); estamos dispuestos a orar por cada nuevo hermano y ofrecerles la oportunidad de ir desarrollando el don que cada uno sin duda tiene para servir al Señor.
      Pedimos también tener paciencia con los hermanos, porque tal vez tengan la poco grata sorpresa de encontrarse con alguien que podría ofenderles.  Pedimos que por favor recuerden que todos aquí en la iglesia somos humanos.  Somos todos unos… pecadores redimidos por medio del sacrificio de Cristo.  No queremos ofender a nadie, no queremos ser irrespetuosos, no queremos discriminar a nadie ni ignorar a cuantos todavía son nuevos.
      Pedimos a todos nuestros hermanos nuevos, si tienen algún problema, duda, confusión, etc., hablar directamente con el pastor o con quien él designe.
      Colaboren en todo sentido de la palabra.  Ni bien conozcan mejor las Escrituras, sería bueno que tomaran parte en la evangelización, acompañados de otros hermanos.  Nos gustaría que se sintieran cómodos en nuestro medio y abrieran las puertas de sus hogares para estudios bíblicos en la privacidad de la familia.  Por favor, no permitan que alguna persona intente ofrecerles estudios bíblicos sin antes consultar con el pastor y averiguar si la tal persona es recomendable.
      En la vida física no decidimos nuestra estatura y siempre buena salud, pero en la vida espiritual sí.  Nosotros optamos por una de dos: O somos unos… enanos espirituales, o somos verdaderos gigantes creciendo en la gracia divina, en el conocimiento de su Palabra, en la comunión del Espíritu Santo, en la capacidad de conducir a otros a Cristo y en ese carácter verdaderamente cristiano.  Finalmente, pedimos tener paciencia y no dejar de concurrir a los servicios dominicales.

                                                                                      

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